Un colapso de la civilización únicamente por exceso de información es muy probable, pero el fenómeno tiene implicaciones significativas. El exceso de información puede llevar a la sobrecarga cognitiva, donde las personas se sienten abrumadas por la cantidad de datos disponibles, lo que dificulta la toma de decisiones y la identificación de información confiable. Este fenómeno puede afectar negativamente la cohesión social y la capacidad de las instituciones para funcionar eficazmente.
El mundo va más rápido de lo que esperábamos. Se aproxima un colapso por exceso de información. En este mar inabarcable de datos, nuestras mentes se ahogan, atrapadas en una marea sin fin. No hay suficiente memoria física, hardware ni memoria verbal para tanta información. La gran cantidad de datos puede incluir elementos falsos o engañosos, lo que confunde a las personas y erosiona la confianza en las fuentes tradicionales de conocimiento. Como barcos sin rumbo, nos encontramos a merced de corrientes de desinformación y teorías conspirativas que oscurecen la verdad.
La sobreabundancia de información puede llevarnos a la creación de burbujas informativas, donde solo escuchamos los ecos de nuestras propias creencias. Así, la sociedad se fragmenta, y la polarización se convierte en una tormenta que sacude los cimientos de nuestra convivencia. En este paisaje de incertidumbre, la fatiga informativa nos invade, haciendo que nos volvamos indiferentes o apáticos ante la constante exposición a noticias y datos.
Y en esta bruma, nuestras decisiones se tornan menos claras, nuestras acciones menos firmes. La sobrecarga de información nos dificulta procesar y utilizar el conocimiento de manera efectiva, dejando nuestras decisiones, tanto individuales como colectivas, a merced de la confusión y el desorden.
Sin embargo, aunque estas sombras se ciernen sobre nosotros, la civilización tiene la capacidad de adaptarse. A través de la mejora de la alfabetización mediática, la regulación de las plataformas de información y el desarrollo de tecnologías que ayuden a filtrar y organizar la información, podemos aprender a navegar este vasto océano de datos. En esta búsqueda, la claridad y la verdad pueden resurgir, guiándonos hacia un futuro donde la información sea una luz, no un lastre, y donde la sabiduría prevalezca sobre el ruido.
By Betto Gómez